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PRESENTACIÓN

La expresión del pensamiento a través de la escritura no es una actividad fácil.  No lo es, no solo por la dificultad propia del oficio, sino por el poco aprecio.  Sin embargo, el ejercicio ordenador del pensamiento es necesario en virtud de los artificios creativos que generan modelos alternos en una realidad permanentemente en construcción.  Es oportuna, además, por la crítica con la que irrumpe en su afán por develar lo nuevo.

En La Hora nos complace ceder espacios a nuestros creadores.  Si bien respetamos y admiramos a quienes desde otros espacios edifican sus propios sistemas, valoramos contemporáneamente a nuestros artesanos.  Sin achantar, con rigor, pero especialmente con la libertad que ofrece la propia autoafirmación, los autores gestan sus pensamientos en su afán investigador.

Por ello, al tiempo que celebramos el alumbramiento de “Don Quijote y las memorias de Ixmukané” de Giovany Coxolcá, estimamos la crítica a cargo de Leonel Juracán.  Dicho texto, de naturaleza introductoria si se quiere, contribuye a la motivación desde las claves que ofrece el análisis del estudioso. Huelga decir que el trabajo de Juracán es también un homenaje a su autor. 

Vivimos una época de cambios que exige destreza para superarlos.  No decaigamos ni capitulemos.  Le invitamos a que nos siga en nuestra edición digital que actualizaremos para usted.  Continuemos haciendo comunidad en la lucha por reconstruir juntos lo que los bárbaros destruyen.  Tenemos una enorme responsabilidad.  Pongámonos manos a la obra.

 

De aborígenes e iluminados

Leonel Juracán

 

Bien puede haber puñalada sin lisonja,

mas pocas veces hay lisonja sin puñalada.

 

Francisco de Quevedo

 

            En estos avatares de la vida cultural de nuestros pueblos, luchando entre la falta de educación escolarizada, la poca información sobre nuestro pasado prehispánico y la permanente discriminación social, uno se encuentra, tarde o temprano, en la encrucijada planteada por el colonialismo: identificarse con la cultura dominante, aprender sus teorías y desenvolverse socialmente dentro de él, o convertirse en un «representante etnificado», cuyo deber será exponer la cultura ignorada por los occidentales (y occidentalizados) para, así, fortalecer las instituciones existentes.

 

Cualquier intento de cuestionar las instituciones o los planteamientos teóricos, dados desde la cultura dominante, se vuelve una condena a la exclusión. Pero rechazar la cultura subalterna es asegurarse el oprobio de los propios. Precisamente en ese intersticio se encuentra un libro al que quiero referirme.

Hago la salvedad de que no intento hacer crítica literaria, sino más bien una descripción de la situación en que se encuentra Don Quijote y las memorias de Ixmukané, de mi amigo Giovany Coxolcá. No creo que la ausencia de elogios en estas páginas lo lleve a escribir rabietas o indirectas en Facebook, menos a tomar calmantes para intentar suicidarse.

 

Empezaré haciendo una semblanza del autor, no como ponderación, reitero, sino para aclarar un poco más su «situación»: de padres campesinos, kaqchikel, oriundo de San Andrés Semetabaj (de la aldea Las Canoas, para ser exactos), Sololá, lleva al menos ya quince años de vivir en la ciudad capital. Lo conocí en la Usac, cuando él irrumpía en las aulas de Letras y yo en las de Filosofía. De nuestros años universitarios puedo decir que su discurso y aspecto (valga lo superficial de la observación) siempre me resultaron un tanto ambiguos. Por una parte, nos identificábamos como indígenas, pero, ya urbanizados. Por otra, nos interesábamos en ciencias como la semiótica y la lingüística, de corte europeo, que en la facultad se estudiaban con la misma seriedad con que, en la actualidad, los estudiantes de primer ingreso estudian el sánscrito. Llegamos a involucrarnos en la política interna universitaria, no sin mostrar un profundo y disciplinado desprecio hacia la clase privilegiada a la cual pertenece la mayoría de estudiantes dentro del campus.

 

De cejas espesas y cabello rubio (que él ocultaba casi como vergüenza), nuestras conversaciones nos llevaban con frecuencia a hablar sobre el conflicto armado y, ya después de varias cervezas, a despotricar contra la forma en que se impartían las cátedras, deplorar de las roscas literarias, y lamentarnos de ver a tanto «hermano» metido a folklorista.

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Pasaron los años y publicó Las trampas de la metáfora, por haber ganado el Premio de Poesía «Manuel José Arce». En este libro, en el que la mediocridad en el empleo del lenguaje y uso de lugares comunes se ajustaban a la tradición literaria guatemalteca de los últimos treinta años, ya se notaban las contradicciones que lo motivaban: entrar al canon académico a la vez que rescatar la herencia cultural contenida en el idioma kaqchikel. Más tarde llegó Nuestra Identidad en los pasillos de la palabra, donde, ya con un lenguaje más limpio, volvió a plantear el dilema anterior, su punto de vista sobre el conflicto armado, del que vivimos la última parte, y el difícil camino de retomar una identidad que nos ha sido arrancada.

El año pasado, ya con la tesis en ciernes, se inscribió al Premio Praxis de Poesía, en México, certamen de indiscutible credibilidad y prestigio. ¡Y ganó! Felicitaciones e intercambio de libros, mucho más emotivo. Lo que me resultó extraño fue que, pese a la cobertura de la televisión y la prensa, nadie en el medio cultural ni dentro de la universidad hicieran mención del hecho, salvo la Biblioteca Central. ¿Acaso había ofendido tanto al medio durante aquéllos días de furia? ¿Dónde estaban ahora los seguidores del fundamentalismo maya para hacer elogio de uno de sus representantes? Mutis prolongado.

 

Para explicar éste fenómeno, es necesario recurrir a una muy amplia paralipsis:

 

Como es de todos conocido, Latinoamérica (y en general los llamados países en vías de desarrollo o tercer mundo) atraviesa un conjunto de contradicciones permanentes: abundancia de recursos naturales y pobreza generalizada; innumerables agitaciones sociales y revoluciones que, por la vocación carnicera heredada de los invasores, fácilmente degeneran en dictaduras y terrorismo de estado; culturas originarias de irrefutable antigüedad, junto a una cultura actual pobre, inmersa en la ignorancia.

Sin embargo, basta con una mirada de soslayo a los libros de historia, no los oficiales que se utilizan en nuestras escuelas y universidades, sino los registros bancarios europeos del siglo XVI, los archivos desclasificados de la CIA y los testimonios escritos de todas las rebeliones, para tener en claro que la cultura global contemporánea se construyó, en buena medida, sobre el abuso y despojo de todos los pueblos invadidos y colonizados desde hace cuatrocientos años hasta mediados del siglo pasado.

 

Para encubrir éste hecho, los llamados países civilizados se concentran ahora en exponer el «lado positivo» de una desigualdad que es de orden económico: la belleza del paisaje, la heroicidad de nuestras gestas, y la ancestralidad de nuestros orígenes. Por ello no es de extrañarse que, por un lado, financien la «recuperación de la memoria» y las «manifestaciones culturales autóctonas», mientras que, por otro, promuevan un estilo de vida «a la occidental», entre aborígenes empobrecidos; sobornan gobiernos para acceder a los recursos naturales y, finalmente, terminen desalojando, a plomazos, a pueblos enteros de sus tierras.

 

No pocos son los indígenas que caen en éstas trampas, cuyo conjunto se ha dado en llamar «decolonialidad». Si bien es cierto, la exclusión actual es de herencia colonial, y está íntimamente vinculada al racismo, no desaparecería mágicamente si la igualdad ante la ley se aplicase (incluyendo la educación, y salud pública) o los derechos culturales y colectivos tuviesen el mismo valor que la propiedad privada.

 

Es más, podemos decir que son precisamente los indígenas que menos han padecido dicha desigualdad, herederos, en muchos casos, de los intermediarios nativos de la esclavitud de sus semejantes ante los invasores europeos los primeros que se enrolan en este juego de máscaras. Situación explicable, puesto que son los únicos con acceso a una educación que les permite tomar conciencia de nuestro recorrido histórico.

Cada vez que a un artista indígena se le da cobertura mediática, se ve condicionado a hablar de su cultura ancestral y tradiciones. Si obtiene méritos académicos es con la finalidad de que impulse el modelo de pensamiento occidental dentro de su propia comunidad y, si obtiene financiamiento para proyectos culturales, es a condición de que se mantenga dentro del sistema económico de los proveedores, pague sus impuestos, genere una marca, y motive a sus coterráneos a seguir un estilo de vida más afín al consumismo.

 

Ahora bien, la obra de Coxolcá no se ubica dentro del discurso esperado, porque:

 

  • Afirma la permeabilidad del imaginario indígena respecto a la mitología europea: basta con el título del libro. En uno de sus poemas equipara a Cervantes con Junajpu, en otro, cruza la historia de Hansel y Gretel con la cuenta de frijoles del tz’ite’. ¿Puerilidad u orgullo de los vencidos? Blasfemia, tanto para la herencia hispana como para la indígena.
  • Su «yo» poético es ambiguo: por momentos se identifica con el opresor:

(…) ser burócrata/tener la facilidad del engaño,

la traición

y la infamia,

ver desde tu ventana la lluvia,

encender la televisión y quedarte dormido (pág. 9).

 

En el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo

se tragan cualquier historia de indios,

hasta estos versos mierdas

que me aseguran los dólares

para varias noches en un night club (pág. 69).

 

Pero en otros momentos, con las víctimas:

 

si conociste el hambre pero también el amor,

no hay excusas:

en el camino tendrás que compartir lo recibido,

quedarte con quienes han perdido la esperanza,

no olvidar el dolor de las piedras en los pies descalzos,

estar un paso adelante del mejor verso que tal vez nunca escribas (Pág. 12).

 

Y,

  • renuncia a utilizar la «ancestralidad» como argumento (esto es lo que no le perdonan los decoloniales):

ya no somos nosotros y no importa que el invierno le pudra el tallo a nuestra/existencia (p. 34).

 

Algo estamos perdiendo/—dice el abuelo—.

Ya nadie silba de camino al monte.

Los antiguos tiempos llegan a su fin (pág 56).

 

Recientemente, casi un año después de que el libro fuese premiado (pese al silencio de la academia oficial y de los panmayistas), volvió a tener cobertura en medios televisivos. Y es que su ambigüedad también puede resultar bastante útil para los grupos hegemónicos locales, reaccionarios y negadores del genocidio. Puesto que, en algunos de sus versos, aprovecha para escupirle a los «izquierdistas revoltosos» que se han valido del discurso en pro del resarcimiento y la memoria histórica, con un sentimentalismo, que, como él mismo sugiere, es «inventado»:

 

la cerveza,

la marihuana,

los besos sobre plaquetas

con nombres de mártires (…)

 

La tristeza se inventa en nosotros (pág. 57).

 

No le cantes al campesino,

has cambiado semillas por balas.

No le cantes al campesino.

Tus versos no lo redimen del hambre (pág. 65).

 

—No olviden su foto con ella

para hablar de nuestra riqueza cultural en los cocteles con embajadores (p.66).

 

 

Simpáticos labradores de la retórica,

¿alguno de ustedes sabe de las ampollas en la mano

después de ocho horas picando la jodida tierra? (pág. 67).

 

 

No entraré aquí a dirimir si la ambigüedad en la obra de Giovanny es intencionada o inevitable, puesto que, como dije al principio, no pretendo hacer crítica literaria, ni me parece que la poesía tenga que ajustarse a discursos políticamente correctos. Me quedo con éstos versos, que hablan del presente inmediato:

 

Un perro juega a inventar la lluvia,

el abuelo habla con la tierra,

la abuela lanza algunas palabras al incensario.

Las semillas tocan la tierra.

No tarda en llegar el invierno (pág. 55).

 

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CELEBRACIÓN DEL DÍA DE MUERTOS EN MI COMUNIDAD (*)

Edy Neftaly Velásquez Muñoz

 

Guatemala, siendo un país pluricultural y multilingüe, lleno de riquezas en flora y fauna, hace también que el calor humano se demuestre con actividades que nacen no solamente en el exterior de la persona, sino que brotan como un manantial de agua desde el interior. Cada 1 y 2 de noviembre Guatemala se enriquece con el colorido de sus vestimentas, el aroma de las flores, el sabor de los platillos tradicionales y los sonidos propios de la temporada. También es un momento en donde los sentimientos encontrados se hacen manifiestos, pues el recuerdo y el dolor de la partida de un ser querido no es algo que se borre o se olvide fácilmente.

Por otra parte, el fiambre y dulces típicos llenan de alegría las casas de aquellas personas que con mucho esfuerzo se reúnen y hacen posible conmemorar a sus fieles difuntos. Nuestro país celebra esta tradición de diferentes maneras; cada lugar tiene una actividad específica, por ejemplo, en los municipios de Santiago Sacatepéquez y Sumpango Sacatepéquez la actividad es realizada mediante los barriletes gigantes y en estas celebraciones se realza el tesoro recibido por los antepasados que creían que al exhibir y hacer volar los barriletes podían llegar las oraciones de súplica a Dios por el eterno descanso de las almas de los fieles difuntos.

 

En San José Petén, la comunidad realiza una procesión con tres calaveras humanas que se guardan en la Iglesia de la localidad y según ellos las calaveras pertenecen a sacerdotes que representan a la cultura maya Itzá. En Huehuetenango, allá por el municipio de Todos los Santos Cuchumatán, el primero de noviembre desde las 6:00 am se realizan una serie de actividades que terminan a las 6:00 pm y aquí los participantes desde el día anterior se preparan con ceremonias que rinden culto a la memoria de quienes ya participan de la vida espiritual después de la terrena. Similares actividades se realizan en Chichicastenango.

 

En Quetzaltenango también con sus tradicionales luminarias adornan los sepulcros, preparan las conservas de chilacayotes y jocotes y de sus casas caminan hacia el cementerio para colocar lo que han preparado en las tumbas de sus seres queridos. Por su parte, Escuintla, tierra sureña, procura con gran cuidado que el 1 y 2 de noviembre las tumbas de los difuntos sigan limpias y adornadas con flores tradicionales según el presupuesto de cada familia que con esfuerzo procuran conservar esta tradición y aunque las contingencias provocadas actualmente por la pandemia de Covid-19 han cambiado la modalidad de la rememoración, sigue permaneciendo el mismo espíritu de celebración.

 

Ahora bien, cuando se hace referencia a la comunidad nos adentramos a un tema muy específico y enriquecedor, sobre todo por el hecho de encontrarnos con actividades de nuestra niñez, nuestra adolescencia y nuestra vida cotidiana. Los esfuerzos de cada día, de cada familia, de cada persona tienen su recompensa en sentimientos de satisfacción y desarrollo personal. La vida campesina, la agricultura y el contacto con la naturaleza hacen posible no perder el horizonte ni la sensibilidad de la vida humana; y recordar a nuestros seres queridos que han partido de este mundo dejándonos un vacío, pero también una satisfacción de haber disfrutado los momentos propicios hace que su existencia en nuestra memoria perdure por muchos años más.

 

Pero ¿A qué nos referimos con la celebración del Día de Muertos? En estas fechas principalmente, en cuanto a gastronomía, el fiambre es el plato principal. Es elaborado a partir de la mixtura de carnes, embutidos y verduras. Mi abuelo -que en paz descanse- me contaba que fueron unas monjas las que elaboraron este plato, quizá por modo accidental. No tenían que comer y salieron a las calles a pedir limosna por las casas y con todo lo que recolectaron -gracias a la caridad que aún conserva nuestra gente guatemalteca- hicieron este delicioso platillo. 

 

Además, como he dicho antes, los dulces típicos también son importantes en esta celebración: el ayote en dulce, la conserva de coco, los buñuelos, las torrejas y sin faltar los jocotes en miel. Pero esta tradición viene desde hace mucho tiempo atrás. La historia nos cuenta que cuando los conquistadores llegaron a las tierras de América establecieron un tipo de celebración para honrar de alguna manera a los cristianos que llevaron una vida ejemplar en santidad y fidelidad a Jesucristo.

 

Vemos entonces como la fe de la Iglesia católica ha estado presente. Y es válido preguntarse ¿Se puede rezar por un difunto? ¿Por qué hacer estas actividades? Dejando por un lado prejuicios absurdos, ideas sectarias y afirmaciones fanáticas, la respuesta es “sí”. Para quienes son fundamentalistas, la biblia dice: «Es un pensamiento santo y piadoso el orar por los muertos» (2 Mac 12, 44-45), y para quienes les mueve la fe, desde el siglo II hay testimonios explícitos de las oraciones por los difuntos: San Cirilo de Jerusalén (313- 387) explica que el sacrificio de la Misa es propiciatorio y que «ofrecemos a Cristo inmolado por nuestros pecados deseando hacer propicia la clemencia divina a favor de los vivos y los difuntos».

 

 

Y dígame usted ¿Quién no ha experimentado la pérdida de un familiar? Continuando con la historia, conocer el nombre derivado del departamento de Escuintla es imprescindible en estas sencillas líneas, porque el nombre de Escuintla proviene de la lengua náhuatl «Itzcuintlan» qué quiere decir «Lugar de perros». Pero hay otra versión que indica que el nombre proviene de la lengua pipil y significa aproximadamente «Cerro de los perros» porque los nativos criaban tepescuintles y los españoles los confundieron con perros.

Con el clima caluroso, los recursos naturales se hacen presente. Cuentan los ancianos que anteriormente se daban plantaciones de algodón, de café, cardamomo y la ganadería apremiaba las tierras costeñas. En la actualidad el cultivo de la caña de azúcar es uno de los principales agentes proveedores del sustento diario a los habitantes, sin olvidar el producto marítimo que nos ofrece el Pacífico. Son 14 municipios que conforman el departamento, entre los cuales resaltan Tiquisate, Puerto San José, Nueva Concepción, Escuintla, Masagua y Santa Lucía Cotzumalguapa.

 

En Santa Lucía Cotzumalguapa las tradiciones se hacen fervorosas, pues la población conserva la fe católica que profesa y expresa mediante la participación de procesiones, fiesta y feria patronal, juegos florales, certámenes literarios, eventos deportivos y bailes sociales. También sobresalen los desfiles hípicos y navideños. La fiesta patronal se lleva a cabo cada 13 de diciembre en honor a Santa Lucía Virgen y Mártir a la cual se le debe el nombre del municipio. Cabe resaltar que muchos de los nombres de los municipios y poblados de Guatemala constan de dos partes: a) el nombre del Santo católico que se venera b) una descripción con raíz náhuatl. Esto se debe a que las tropas que invadieron la región en la década de 1520 aproximadamente, al mando de Pedro de Alvarado, estaban compuestas por soldados españoles y por indígenas. tlaxcaltecas.

  1. Entonces el nombre «Cotzumalguapa» proveniente del náhuatl, significa «Río de las comadrejas» o «Río del arco iris». Para profundizar un poco sobre las tradiciones de este municipio no puedo prescindir de la historia. Recordemos que la corona española se enfocó en la catequización de los indígenas; las congregaciones fundadas por los misioneros reales en el nuevo mundo acabado de descubrir fueron llamadas “doctrinas”. 2. Guatemala es un país donde la libertad de culto está amparada en el marco jurídico, en cuanto no inciten al desorden social. 3. Es un país que da origen a las diferentes expresiones de fe, desde la religiosidad maya, cristiana, hasta las que no tienen gran impacto social, pero que si tienen incidencia en algunas localidades. La libertad de culto ha permitido que, las culturas extranjeras hayan venido en busca de un lugar donde su fe y su religiosidad no sean violentadas como en otros países en el siglo XIX. 4. La Revolución de Octubre, sin duda alguna, fue un hecho con mucha preponderancia en la historia guatemalteca, abarcando los años 1944 a 1954 donde para muchos es una época de desarrollo y de inicio de democracia. 5. En Guatemala ya se estaba viviendo una visión objetiva en el caso de la llegada de religiosos extranjeros (estadounidenses, canadienses y europeos) que conllevó a una nueva tarea pastoral, especialmente en las áreas rurales, traían gran des riquezas al país, en el sentido de que con sus programas sociales enriquecían particularmente el área marginal (indígenas y pobres).
  2.  

Es bien sabido que la economía es la ciencia social que estudia la producción, distribución, intercambio y consumo de bienes y servicios de toda sociedad y es la base de su desarrollo social y político. En fin, los factores que producen el crecimiento económico en el país y que serán siempre el tema para tratar son el empleo, la moneda, legislación agraria, libre comercio y la religión.

 

Me permito referirme a esto porque para hablar de una cultura, son estos los principales agentes que consolidan el actuar de las personas. Mencionar la historia es tomar rasgos que en estas líneas no se agotan, al contrario, son una invitación para continuar con su profundización. Entonces, en la celebración del Dia de Muertos en mi comunidad no se trata únicamente de un evento ambiguo o por suposiciones superfluas. Es el acontecimiento de fe palpable y el encuentro con personas concretas. La familia se reúne, los niños van aprendiendo, los abuelos siguen enseñando y el comercio se ve beneficiado. Quizá algunos gocen de un trabajo estable, otros en cambio viven del día a día. Si esto no se celebrara ¿Qué pasaría de la señora que vende tostadas de curtido y con eso mantiene a su familia? ¿Qué pasaría con los mariachis que se atreven a memorizar canciones de antaño? ¿O del señor que vende helados, manías, dulces de feria, algodones o chupetes? Mucho bien hace esta festividad.

Para los no creyentes esta celebración no es más que pérdida de tiempo o un quehacer inútil, pues su cosmovisión no se amplía ¡Pero sí que gozan del asueto! Sin más, la celebración del día de muertos en mi comunidad es un evento acogedor, de familias unidas y del encuentro con los amigos. Son fechas en las que está permitido el derrame de lágrimas en las mejillas por aquellos que ya han partido y abrazar con ternura vehemente a los que todavía están presentes entre nosotros; pero que también nos recuerda que la vida nuestra es prestada y que llegará el momento en que hemos de partir de esta hermosa tierra, dejaremos huella y daremos paso a la oportunidad de ser recordados con cariño por las futuras generaciones. Es por eso por lo que vale la pena la celebración del día de muertos en mi comunidad.

 

* Tercer lugar. Certamen de Ensayo literario breve. “Celebración del día de muertos en mi comunidad”.  Casa de Desarrollo Cultural de Santa Lucía Cotzumalguapa

CUENTO

La niña de la capucha Alma Miranda (Martínez de la Torre, Veracruz, México)

Antes de que la policía supiera cómo había llegado aquel cuerpo mutilado al río estancado de basura y olvido, pasaron varios días.

 

Harta, como siempre, esa mañana salió de su casa. Asistía a la escuela para evadir a su padrastro. El tipo le daba asco de día y de noche. Aunque odiaba quedarse sola bajo su «cuidado», no podía evitarlo, debido a que su madre tenía turnos nocturnos de trabajo.

Entró al salón sin saludar al maestro ni a nadie. Se dejó caer en el pupitre, sintió un terrible dolor en los muslos y quiso vomitar.  Respiró hondo y contuvo el vómito. Se puso la capucha de la enorme sudadera con olor a mugre y sudor de algo inhumano. No quería ver a nadie ni que la vieran.

 

La eterna mueca de fastidio en su cara, hoy, era más intensa que nunca. Terminó el examen y lo aventó en el escritorio, sin esperanza. El maestro, sin quitar la mirada de su celular, colocó las hojas en el montón.

 

La alumna nueva, la tiktoker, la había observado toda la semana. Sabía que caminaba sola por todos lados. No tenía amigos. Fingía entretenerse en su móvil para tomarle fotos hasta por debajo de la puerta del sanitario. Le atraía su falta de sonrisa, quería agarrarle del cuello y sacudirla como al cachorro callejero que aventó al rio de una patada. Esa historia le dio más de 500 seguidores en menos de una hora. Cada día había un challenge que cumplir. No había tiempo que perder: ese día debía volverse su amiga.

 

Se unió en su solitario caminar a la salida de la secundaria. Le invitó de sus Flaming hot. Ella, sin mirarla, le arrebató la bolsa y caminó, despacio, para masticar el picante contenido de la bolsa de la botana.

 

 

—Vamos al río a tirar piedras —dijo la tiktoker, con un cigarrillo apagado en los labios.

Ella no dijo nada, pero se desvió por una brecha mientras se chupaba los dedos salados de mugre y de sal. La tiktoker la siguió, sin parecer ansiosa, empuñando el celular, lista para su próximo reto.

 

 

Cuando ya había lanzado como la tercera piedra, prendió el cigarro y le preguntó a su callada compañera quién tiraba cada piedra con más rabia.

—Vamos a esa roca para tirar más lejos.

 

 

La niña de la capucha la siguió, sin pensar en nada más que el ardor de su estómago sin más desayuno que los chetos picantes, y en el dolor entre sus piernas provocado por su padrastro.

 

 

La tiktoker empezó a tomar fotos de los saltos de las piedras entre la basura del río. De repente la niña de la capucha sintió unos brazos varoniles que la sujetaban de los hombros para sentarla de golpe en la fría roca y sintió que la tiktoker le abría las piernas y le apagaba el cigarro entre los ultrajados muslos. Ella, sin embargo, logró golpearla en las rodillas y la tumbó hacia atrás. Un reflejo de supervivencia le dictó a la tiktoker que debía soltar el móvil, pero no lo hizo y su cabeza golpeó en una piedra: en ese instante se le desvaneció la vida. El chamaco cómplice escapó entre los matorrales que escondían su motoneta de delincuente.

 

 

La niña se quitó la capucha y se asomó entre las piedras. Sintió más coraje que miedo y bajó con prisa. Se sintió fascinada por el torrente de sangre entre el agua, el lodo y la basura del río. Levantó el móvil que aun presumía las terribles fotos donde ella era protagonista. Apretó los puños y se limpió las lágrimas negras, casi lastimándose las mejillas de niña.

 

 

Llegó a su casa y se metió a bañar. El agua escurrió por su cuerpo frío y sin remordimiento. Tenía un plan para la cena, cuando su madre se fuera al trabajo.

—Pórtate bien —le dijo el barbaján a su ojerosa madre y le dio una palmada fuerte en el trasero, cuando salía de la habitación de asfixiante olor a humo, sudor y porquería.

 

 

—Maldito cerdo —pensó la chiquilla, mientras refreía la cena y veía a su madre partir a la empacadora.

La dejaba sola en ese mundo de asco; sin embargo, esa noche casi pudo sonreír, cuando el padrastro, ya borracho, se deleitaba en la cena con los pedazos fritos de la niña que, mutilada, encontraron en el río, días después de que los medios de comunicación y las redes sociales anunciaran su misteriosa desaparición.

 

 

FILOSOFÍA

Xavier Zubiri Sobre filosofía y ciencia

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 X. Zubiri (1898 – 1983), filósofo vasco, desarrolló su reflexión en estrecho contacto con el avance contemporáneo de las ciencias naturales, especialmente de la física y de la biología. Dentro de una inclinación profundamente realista y desde el conocimiento fecundo de la filosofía contemporánea, Zubiri ha llevado a cabo una importante revisión de los conceptos filosóficos fundamentales, centrando sus esfuerzos en la consecución de una nueva idea de la realidad, correlativa a una nueva idea de la inteligencia humana. Su obra es ya un obligado punto de referencia para toda filosofía que pretenda un saber radical y fundado sobre la realidad y sobre el hombre. El texto que presentamos corresponde a su producción filosófica juvenil. (*)

 

      * González Antonio. Introducción a la práctica de la filosofía. Texto de iniciación. UCA Editores. San Salvador, 2005.

 

               

Toda ciencia (…) se refiere siempre a un objeto más o menos determinado, con el que el hombre se ha encontrado ya. El científico puede, pues, referirse determinadamente a él, y plantearse ante él uno o varios problemas, cuyo intento de solución constituye la realidad de la ciencia. Si la presunta ciencia no posee claridad previa acerca de lo que persigue, es que aún no es ciencia. Todo titubeo en este punto es signo inequívoco de imperfección. (…).

 

Muy otra es la suerte de la filosofía. En realidad, comienza por ignorar si tiene objeto propio; por lo menos no parte formalmente de la previa posesión de él. La filosofía se presenta, ante todo como un esfuerzo, como una «pretensión.» Y con ello, no por una simple ignorancia de hecho, por un simple desconocimiento, sino por la índole constitutivamente latente de aquel objeto. De aquí resulta que aquella rigurosa escisión entre un problema rigurosamente formulado de antemano y su solución, básica para toda ciencia y para toda actividad vital natural, pierde su sentido primario tratándose de filosofía.

 Por esto, la filosofía tiene que ser, ante todo, una perenne reivindicación de su objeto (llamémoslo así), una enérgica iluminación de él y un constante y constitutivo «hacerle sitio.» (…) Mientras la ciencia versa sobre un objeto que ya se tiene con claridad, la filosofía es el esfuerzo por la progresiva constitución intelectual

de su propio objeto, la violencia por sacarlo de su constitutiva latencia a una afectiva

patencia. (…)

 

            El «escándalo de la ciencia» no solamente no es una objeción contra la filosofía que hubiera que resolver, sino una positiva dimensión que es preciso conservar. Por esto decía Hegel que la filosofía es el mundo al revés. La explanación de este escándalo es precisamente el problema, el contenido y el destino de la filosofía. Por esto, aunque no sea exacto lo que decía Kant «No se aprende filosofía, sólo se aprende a filosofar;» resulta absolutamente cierto que sólo se aprende filosofía poniéndose a filosofar.

 

(Tomado de Naturaleza, Historia, Dios. 1942)

Decoración

Hugo Gordillo Escritor

Escritor

 

Estados Unidos financia con préstamos la reconstrucción de países europeos, diezmados en su población y devastados económicamente por la gran Guerra. También se hace el más próspero por innovación tecnológica y reorganización del trabajo para incrementar la producción. Desarrolla los sectores industriales de electrodomésticos y automóviles, aumentando el consumo de electricidad y combustible. Con almacenes llenos de mercadería, el comerciante gringo inventa la venta a plazos. Así, el pueblo no solo tiene acceso a automóvil, sino a vivienda popular o a apartamento en edificios piramidales, erigidos con el concepto del “Art Déco”.

 

Creado en una Francia austera y conservadora por la Sociedad de Artistas Decorativos, este arte se populariza en la Exposición de París (1925) en un ambiente de lujo, estilo y moda. Las boutiques parisinas promueven a los diseñadores contemporáneos y la élite de alta costura encamina el nuevo estilo que se refleja hasta en envases de perfumes y cosméticos. Arquitectónicamente se desarrolla en la opulencia de Estados Unidos a través de edificios corporativos como el Chrysler, del arquitecto William van Allen, además de hoteles y restaurantes en las costas, gasolineras y salas de cine regadas por miles en todo el país. Utiliza geometrización comprensiva y limpieza ornamental decorativa.

 

Hollywood es la máxima representación de los felices años 20 en un ambiente iluminado por lámparas de gases neón y argón. La película “The Jazz Singer”, con música de negros cantada por un blanco con la cara pintada de negro para público blanco, es el primer largometraje con sonido sincronizado. La Biblioteca del Congreso de EUA la considera histórica, cultural y estética. A partir de entonces se popularizan las comedias musicales. En la vida diaria, el jazz pone la música, el charleston colabora con el baile y el “Déco” aporta el ambiente.

 

El estilo francés es símbolo del glamur de las estrellas de cine y la alta burguesía estadounidense de avión y transatlántico, por lo que suspiran el ama de casa y su esposo endeudados en medio de la recién estrenada sociedad de consumo que, a través de publicidad y mercadeo, les hacen creer en una prosperidad eterna.  Una época reflejada en la novela de Scott Fitzgerald, El Gran Gatzby, empezando por las fiestas extravagantes. La narración está adaptada al cine, al ballet, a la ópera, al teatro y, en la actualidad, a los juegos de computadora.

El consumismo incipiente requiere de carteles publicitarios y decoración de interiores a manos de los mejores diseñadores gráficos e industriales que también se dedican a las portadas de revistas como “Life” y “Vogue”. Uno de ellos, el joven Cassandre, recién llegado de Francia donde funda la Alianza Gráfica, multiplica su producción de carteles y portadas de revistas. Cassandre cree que el cartelista no es un pintor, sino un medio que establece comunicación entre el anunciante y el público.

Los estadounidenses vuelven a poner los pies en la tierra con la Depresión Económica del 29 y el Estado se encarga del rescate económico mediante inversión pública. El arte continúa nutriéndose de heterogeneidad y eclecticismo influido cercanamente por las vanguardias modernistas y, lejanamente, por arte africano, asiático, prehispánico, etc., que explican, también, su expansión intercontinental.

La arquitectura Déco cae como anillo al dedo para la reconstrucción de la ciudad de Guatemala, tras los terremotos de 1917 y 1918. Se construyen edificios públicos como la Casa Presidencial y el Conservatorio Nacional de Música, edificios comerciales como La Perla y los cines Fox y Lux en la capital y el Rex, inaugurado en Reu en 1930. Víctima de la Depresión Económica es la bella, vanidosa e inteligente Tamara de Lempicka, quien pierde las ganancias de su primera exposición pictórica en Estados Unidos, por la quiebra del banco donde tiene la cuenta monetaria.

Con su “Autorretrato en Bugatti Verde” para la portada de una revista alemana, simboliza la emancipación de la mujer en ambientes refinados y elegantes, aunque es un homenaje a Isadora Duncan, creadora de la danza moderna que muere en Francia cuando su bufanda se enreda en una de las llantas del carro donde viaja. Muchos de los cuadros de Lempicka expresan su devoción por la sensualidad y el erotismo femenino. El Art Déco prescinde de las mujeres débiles y son plasmadas con la misma vitalidad con que se representa a hombres altivos y atléticos. Sus motivos naturalistas son estilizados y geométricos, ya se trate de flores, árboles, fuentes o aves con las que se rinde culto a la velocidad.

Se extiende a la joyería que, con nuevas máquinas, perfecciona la filigrana y el engaste invisible. Cartier y Van Cleef y Arpels son famosos diseñadores de cigarreras, broches y brazaletes para mujeres que empiezan a vestir con los brazos desnudos por las nuevas modas. Los joyeros experimentan con metales y piedras preciosas en figuras diversas, incluyendo escarabajos que se ponen de moda tras el destape del sarcófago de Tutankamón en Egipto (1925) considerado el más grande hallazgo arqueológico de la historia. Después de la Primera Guerra Mundial, el Art Déco es un respiro existencial de la humanidad al que tratará de sofocar una segunda oleada de muerte y destrucción iniciada, para variar, por Alemania, ahora desde el rampante fascismo hitleriano.

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