CUENTO
La niña de la capucha Alma Miranda (Martínez de la Torre, Veracruz, México)
Antes de que la policía supiera cómo había llegado aquel cuerpo mutilado al río estancado de basura y olvido, pasaron varios días.
Harta, como siempre, esa mañana salió de su casa. Asistía a la escuela para evadir a su padrastro. El tipo le daba asco de día y de noche. Aunque odiaba quedarse sola bajo su «cuidado», no podía evitarlo, debido a que su madre tenía turnos nocturnos de trabajo.
Entró al salón sin saludar al maestro ni a nadie. Se dejó caer en el pupitre, sintió un terrible dolor en los muslos y quiso vomitar. Respiró hondo y contuvo el vómito. Se puso la capucha de la enorme sudadera con olor a mugre y sudor de algo inhumano. No quería ver a nadie ni que la vieran.
La eterna mueca de fastidio en su cara, hoy, era más intensa que nunca. Terminó el examen y lo aventó en el escritorio, sin esperanza. El maestro, sin quitar la mirada de su celular, colocó las hojas en el montón.
La alumna nueva, la tiktoker, la había observado toda la semana. Sabía que caminaba sola por todos lados. No tenía amigos. Fingía entretenerse en su móvil para tomarle fotos hasta por debajo de la puerta del sanitario. Le atraía su falta de sonrisa, quería agarrarle del cuello y sacudirla como al cachorro callejero que aventó al rio de una patada. Esa historia le dio más de 500 seguidores en menos de una hora. Cada día había un challenge que cumplir. No había tiempo que perder: ese día debía volverse su amiga.